Resumen:
Este trabajo de investigación recaba antecedentes de las directrices y normativas internacionales que regulan la protección del medio ambiente del continente Antártico; y de información estadística y científica del impacto que ha generado el aumento de la actividad turística y las consecuencias a su ecosistema.
Las medidas tendientes a atenuar posibles impactos sobre el medio ambiente se iniciaron el año 1964 en Bélgica, con normativas convenidas por las Partes Consultivas del Tratado Antártico para la protección de la flora y fauna antártica. En el tiempo se fueron incrementando las regulaciones internacionales medioambientales del continente Antártico, las que finalmente se concentraron en el Protocolo de Madrid de 1991, lo que sumado a otros convenios internacionales como MARPOL, han logrado en el tiempo generar una estructura de control y regulación de la actividad turística en la Antártica, asegurando perpetuar su medio ambiente y proteger el ecosistema asociado, privilegiando la actividad científica.
El turismo comercial en la Antártida se inició el año 1950, ante el aumento de la actividad turística y la ausencia de normas internacionales que regulasen el turismo en la Antártida, las compañías turísticas que operaban en la región fundaron el año 1991 la “International Association Antartica Tours Operator”, siendo su principal misión defender, promover y practicar un viaje seguro y respetuoso con el medio ambiente de la Antártida. Sin embargo, las regulaciones internacionales para la protección del medio ambiente sólo mitigan el impacto que genera la intervención humana en la Antártica, trayendo como consecuencias la perturbación de la vida silvestre, la invasión de plantas exóticas y especies animales, los vertidos de hidrocarburos, la acumulación de basura y residuos, que en general alteran los ecosistemas naturales. Pero el mayor peligro del turismo antártico, no es tanto el impacto físico y/o ecológico al medio ambiente, si no el continuo incremento del transporte de turistas y el número de barcos y aviones que se desplazan al continente, que implica un mayor riesgo de accidentes con alta probabilidad de posibles vertidos contaminantes, en un entorno en el que las condiciones climáticas y ambientales son bastante adversas e impredecibles.